sábado, 3 de septiembre de 2011

EL ENIGMA DE LAS MENINAS



Una de las joyas del actualmente remozado Museo del Prado de Madrid es el eterno cuadro de Velázquez Las Meninas, terminado de pintar en 1656 y que representa una escena familiar en el que la infanta Margarita de tan solo cinco años irrumpe en los aposentos familiares junto con sus meninas y bufones cuando el Sevillano estaba pintando un retrato de los reyes Felipe IV y su segunda esposa real la reina Mariana de Austria. El resultado del óleo fue tan satisfactorio al rey que lo colocó en su propio despacho y aceleró las disposiciones para que le fuera concedida a Velazquez en 1658 la ansiada Cruz de la Orden de Santiago que tanto deseaba el pintor.

Esta escena tan entrañable ha sido estudiada hasta la saciedad durante siglos, desde diversos puntos de vista tanto estéticos como históricos. Este cuadro primeramente llamado La Familia de Felipe IV, y después Las Meninas en 1843, de 3,21 metros de alto, por 2,81 metros de ancho se ha observado por rayos X, infrarrojos, y en él se han vistos numerosas correcciones que hacia el pintor a propósito para que su obra maestra pasara a la posteridad. A pesar de los borrones que pudiera hacer Velázquez el resultado fue increíble: en el centro vemos a la Infanta Margarita que acaba de interrumpir la sesión de posado de sus padres. Junto a ella podemos ver a dos meninas, a la derecha Doña María Agustina de Sarmiento y a su izquierda Isabel de Velasco que con actitud solicita ayudan a su señora a estar presentable ante los reyes. Más a la derecha nos encontramos con la curiosa figura de dos enanos de corte, Mari Barbola y el juguetón Nicolasín Pertusato que se distrae con la serena figura de un mastín en el rincón del lienzo. Detrás de estos bufones vemos a la dueña doña Marcela de Ulloa y al guardadamas don diego Ruiz de Ascona. A lo lejos, por encima de todos estos personajes vemos al mayordomo de palacio, José Nieto Velazquez en el mismo momento que abandona la estancia por una pequeña puerta, y junto a él un espejo nos muestra los rostros de los reyes Felipe IV y Mariana de Austria que supuestamente son los protagonistas del retrato real. Y finalmente dominando la parte izquierda del cuadro vemos a Velázquez que asoma la cabeza por encima del misterioso cuadro que en esos momentos pinta, interrogándonos con la mirada y con una gran Cruz de Santiago en el pecho. Ésta fue pintada posteriormente a su concesión por parte del rey.

He aquí la disposición que presenta el cuadro a nuestros ojos y que nos han enseñado desde que éramos pequeños. Pero desde hace poco tiempo esta presentación está empezando a ser cuestionada por numerosos expertos en arte, viendo en el lienzo algo más. ¿Una simple escena familiar? Difícil de aceptar si nos atenemos al contexto en que se hizo la obra. Permítanme que me explique: Mucha gente ha sostenido que Diego Rodrigues da Silva Velázquez fue un pintor un tanto inculto y que solo sabía las cuatro reglas y pintar obras maravillosas. Pero en verdad fue un hombre interesado en muchas ramas del saber, desde estudios de la antigüedad clásica, matemáticas, filosofía, mitología... y curiosamente astronomía y astrología. Cuando murió en 1660 numerosas personas de la corte irrumpieron en sus estancias y vieron con asombro multitud de libros sobre este tema como por ejemplo la Suma astrológica de Antonio de Nájera (1632) o las Isagogica astrologiae judiciarae, de Juan Tarnier (1559). E igualmente observaron que por las ventanas de la habitación había unos “anteojos de larga vista” que es como se conocían entonces a los rudimentarios telescopios.

Si nuestros ojos quieren ir más allá de la típica y convencional visión que aparece en los manuales de arte podemos ver en Las Meninas un pequeño camino estelar muy apreciado en el momento que se pintó el cuadro. Apoyándome en el estudio de uno de los eminentes miembros de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Fernando Ángel del Campo y Francés, titulado La Magia de Las Meninas, podemos observar que Velázquez formó con la disposición de las figuras en el lienzo el dibujo esquemático de la constelación Corona Borealis. Ésta es un semicírculo estelar situado en el hemisferio norte compuesto de 5 grandes estrellas y otras más pequeñas. Si trazamos una línea imaginaria desde la menina Sarmiento, la infanta Margarita, la menina Isabel, Velazquez y finalmente el mayordomo José Nieto podemos verlo en su claridad. Y si además sabemos que la estrella principal de esta constelación se llama Margarita Coronae el resultado se convierte en espectacular.

Pero no nos quedemos solamente en el dibujo de la constelación del norte. Ésta es solo la base del cuadro. Velázquez quiso ir más allá y conseguir mediante su obra otro fin que el pictórico. En su afán por agradar a los reyes y en agradecimiento por ser el principal pintor de corte, dentro de Las Meninas encerró un potente talismán. ¿Cómo es eso posible? Es muy sencillo, si seguimos utilizando la línea de dibujo podemos cerrar el circulo imaginario de la Corona Borealis y extraer dos trazos más que unen por un lado las cabezas de los dos personajes del fondo, Marcela de Ulloa y Diego Ruiz de Ascona, y por otro a los enanos junto al mastín, Mari Barbola y Nicolasín... formando con todo ello el increíble símbolo astrológico de Capricornio. Ninguno de los personajes del cuadro responde a ese signo zodiacal, entonces ¿por qué ese símbolo oculto?


Si nos atenemos a la época en que se culmino el cuadro 23 de Diciembre de 1656, pleno invierno, la corte de los Austrias estaba alterada. Se temía que la reina no pudiera concebir un varón para que pudiera suceder al Rey Planeta. No hacia mucho que la reina había tenido una niña epiléptica que había muerto y un año después un pequeño niño que solo duro 24 horas, amén de otros abortos que había sufrido. A finales de año parecía que la reina estaba de nuevo preparada para conseguir el ansiado príncipe y por ello todos los cortesanos observaban oscuros nubarrones en el horizonte si no había heredero varón en el futuro. Para ello Velázquez ocultó tras su obra este símbolo-talismán de Sagitario para reforzar el feliz desenlace de un futuro embarazo. Las meninas serian el símbolo de Hebe, hija de Zeus que representa la vida y la fertilidad, y el caballero de la puerta, José Nieto igualmente representaría el paso a otra vida. Si el talismán funcionó no se sabe con claridad, ya que por un lado el rey si tuvo con los años un hijo que se alzaría con la corona pero con un final bastante desastroso para los intereses de la Familia Austria. Aquel triste rey fue Carlos II, llamado El Hechizado.